Como una niña con botas nuevas

Parece que a veces la ley de Murphy se cumple: cuando algo se estropea, se te estropea todo a la vez. Eso mismo me pasó estos días con el calzado: unas botas demasiado machacadas, unos botines para el arrastre, otras botas pidiendo la jubilación... Así que allá fui, a proceder al comienzo de la renovación zapateril.

Tenía clarísimo que necesitaba unas botas planas para ir a trabajar. Estoy casi ocho horas de pie, y los zuecos no me acaban de convencer, así que siempre trabajo con calzado de calle. Las botas Moon de Coolway me parecieron una buena opción:

Son la mar de cómodas. Las elegí en marrón porque así combinan con la mitad de mi ropa de invierno.


Dado que mis queridos botines grises pasaron a mejor vida (snif), decidí llevarme también las botas Sister, también de Coolway:
Con estas tuve más duda (mi madre tiene una paciencia infinita cuando viene de compras conmigo). A veces me parecen un poco macarras, aunque ayer una señora de 70 años me dijo que macarras para nada, que son muy bonitas. Me fío de ella.