martes, 28 de enero de 2014

Mis ¿progresos? con la Operación Bikini

Koki está contenta. Está empezando a cambiar hábitos poco saludables por otros más adaptativos. "Seguro que en la proxima analítica el colesterol ya está controlado". "Seguro que en verano podré volver a ponerme ese vestido de cerecitas que sólo me puse una vez y que de momento no me sirve ni con calzador".

Es por la mañana. Koki está terminando de alisarse el pelo, y en 10 minutos estará lista para salir a hacer gestiones. Pero un catarro mal curado le provoca un ataque de tos, la espalda de Koki  se rebela, se oye "catacroc", y Koki queda doblada como Pozí. Koki prepara una mochila con un par de pijamas, la llevan al médico, en el médico le dan una tonelada de medicinas, y a Koki no le queda más remedio que trasladarse unos días a "Hotel Mamá" porque no se puede valer por sí misma. Le tienen que dar el desayuno en cama. No puede ni ponerse los calcetines. Las pocas veces que camina (de la cama al cuarto de baño o al sofá) parece Chiquito de la Calzada.

La dieta continúa. Pero tantas horas tirada sin hacer nada hacen mella en ese monstruito interno llamado gula. Koki no para de pensar en bocatas rebosantes de Nocilla, en plan que lo muerdes y la Nocilla se sale por fuera del pan, y luego te chupas los dedos. O napolitanas. O gominolas, nubes, chocogalleta. Pero no. Koki es fuerte y en los momentos de gula se toma una mandarina o una tortita dietética de arroz, pero eso sí, de esas que vienen con un poco de chocolate.

El podómetro pasa unos días agonizando en la mesilla. Total, para qué.

Cuando se encuentra mejor, Koki va como todas las semanas a pesarse al gimnasio. La báscula marca unos míseros 100 gramos menos que la semana pasada. Las monitoras la felicitan por hacer las cosas bien a pesar de no poder moverse.

Y así están las cosas. Estoy deseando volver a la normalidad, levantarme por las mañanas a una hora decente (el relajante muscular me tumba y me hace dormir 11 horas), continuar con mis proyectos y llevar una vida productiva. Mientras tanto, me cuido y me dejo cuidar, y me lo tomo como una situación pasajera. ¡Paciencia!

martes, 21 de enero de 2014

Operación bikini 2014

Le llamo "operación bikini", pero en realidad debería llamarle "operación cambio de hábitos". Claro que quiero poder poner el bikini este verano sin que asomen demasiadas lorzas, pero lo que me estoy proponiendo es aprender a comer de manera más sana, por varios motivos:

- La ropa. No quiero salir deprimida de las tiendas de ropa, quejándome de que sólo hacen pantalones para anoréxicas (mi frase preferida cuando la prenda que me gusta no me sirve). Tampoco quiero adaptar mi cuerpo a la ropa que venden ni a las modas absurdas de thigh gaps o bikini bridges. Simplemente soy consciente de que me sobran unos kilos para sentirme a gusto en mis carnes, tengo el cuerpo que tengo y no lo voy a cambiar, sólo quiero que abulte un poco menos.

- Las fotos. Quiero poder posar para una foto sin pensar en lo gorda que voy a salir. No quiero dejar en el disco duro esa foto tan chula que quería publicar en el Facebook pero que queda sin publicar porque parezco una orca asesina y el resto de gente sale bien.

- La salud. Tengo algo de sobrepeso, no sólo a simple vista, sino que me lo dice el cálculo del IMC. En las últimas analíticas también me salió el colesterol algo alto, y no quiero tener que acabar tomando pastillas ni danacoles. Además hace poco me diagnosticaron asma (próximo objetivo: dejar de fumar).

- Mi relación con la comida. Me gusta mucho comer. Conozco a gente que, si fuera posible, se alimentaría de pastillas que contuvieran todos los nutrientes con tal de no tener que cocinar, masticar y fregar los platos. Yo no. Incluso, cuando tengo un día de bajón, me "premio" o me "consuelo" con chocolate, Mister Corn África o Pringles Sour&Cream (yo creo que contienen droga o algo). Y todo se convierte en un círculo vicioso: voy de compras, ese vestido tan mono no lo hay de mi talla, mando todo a tomar viento y me voy a por un McFlurry de oreo con dulce de leche. Y vuelta a empezar.

- El ánimo. Creo firmemente que lo de dentro está muy relacionado con lo de fuera. Si me veo bien físicamente, subo un escaloncito de autoestima, y viceversa, si estoy tranquila y contenta, voy a hacer lo posible por seguir cuidándome por fuera. Me pasa incluso con el orden de la casa: tan sólo con pasar la fregona, ordenar el cajón de las pañoletas o hacer cambio de armario, mi alma se siente un poco más zen, y viceversa, si tengo la cabeza como un bombo, no consigo que las estanterías estén ordenadas.

- La gente. No debería de importarme demasiado, pero me importa la opinión de los demás. Hace poco, una conocida, sin mala intención, me llamó "rellenita". Sé que lo estoy, pero ese comentario me llegó al alma. Nadie le dio permiso para opinar sobre el volumen de mi cuerpo. La gente seguirá opinando sin mi permiso, así que no quiero que me sigan viendo como "esa chica rellenita".


Considero que son motivos más que de sobra (sobre todo el de la salud) para plantearme un cambio de hábitos, pero para siempre. Como todo, en este proceso tengo algunos puntos fuertes y débiles:

Puntos fuertes (¡ánimo, Koki, tú puedes!): 
- Como ya dije, me gusta mucho comer, así que me gusta una gran variedad de comida. Disfruto con una pizza, sí, pero también con unas espinacas o una berenjena a la plancha. Toda la verdura me encanta. Compadezco a todos aquellos que se ponen a dieta y se deprimen al ver una alcachofa. Eso es un gran punto a mi favor. Además tampoco le pongo pegas a tomar las infusiones con sacarina o stevia, puedo sobrevivir sin azúcar.
- Aunque soy un animal sedentario, hay ejercicios que me gustan, sobre todo los relacionados con el baile. Fui a Batuka, a aerobic, a step, a body pump, y ahora voy a Zumba. Llevo dos años en este gimnasio, y voy muy motivada. Además hace unos meses empecé a socializar, y el coincidir con las chicas con las que congenio también me motiva.
- Este verano hice una versión corta del Camino de Santiago. Fue duro, sufrí, vejigas en los pies, agujetas, contracturas musculares y lloreras, dudé muchas veces de mí misma, pero al final llegué. Es una señal de que puedo conseguir las cosas que me propongo, por mucho esfuerzo que cuesten (Nota mental: recordar siempre esta última frase).

Puntos débiles: 
- La vida social. No siempre se puede comer de dieta. A veces hay compromisos, cenas familiares, de amigos, salidas nocturnas (hay que ver lo que engorda una cerveza), fines de semana enteros en casa de mi amiga M... Este fin de semana pasado tuve una cena en casa de una amiga. Había pizza, flan, crema catalana y tarta helada. Lo resolví llevándome mi cenita sana en un tupper (¡minipunto para Koki!). Aunque confieso que probé un trocito pequeñito pequeñito de flan... 
- Mi mencionada relación con la comida. Tendré que echar mano de mucha motivación y mucha fuerza para evitar esos momentos de "estoy triste/ansiosa/premenstrual/todo a la vez, necesito chocolate, mañana es otro día". 
- Me encanta hacer postres, pero en los próximos meses no los pienso hacer. Seré egoísta, pero de momento no quiero hacer cosas hipercalóricas para otros cuando yo no las puedo comer. Más adelante ya me permitiré algún postrecillo muy de vez en cuando.  ¿Os cuento algo gracioso? En Reyes me regalaron una gofrera. Sólo me dio tiempo de usarla una vez.


Tras todo este análisis, os cuento que llevo una semana haciendo una dieta del gimnasio, supervisada por nutricionistas, y estoy muy animada. No pasé hambre en toda la semana, hago las 5 comidas, comí muy bien, y en casa me apoyan mucho; comemos casi todos lo mismo, sólo que yo un poquito menos de cantidad, pero en realidad son comidas que valen para todos.

Hoy me pesaron y me midieron la grasa corporal con la maquinita esa que se coge como un volante. ¿Resultado? 1´400 kg. menos, y un 2% menos de grasa. En el espejo me veo menos barrigola. Lo importante de todo esto no sólo es adelgazar ahora, sino adoptar hábitos a mi vida: comer bien, ir al gimnasio al menos 4 días, beber mucha agua y caminar. De momento no estoy caminando gran cosa, porque estoy saliendo de un gripazo y de una lumbalgia (¡toma combo!), pero hoy me compré un podómetro y veo que, sin obsesionarme (no lo pienso hacer), también es algo que anima. Me sorprendí a mí misma dando paseíllos de la lavadora al tendal, del tendal a la cocina, luego ir a bajar la basura... para ver cómo los numeritos van subiendo. Si al final esto de adquirir hábitos sanos va a ser divertido.



Y voy yo y lo cuento en el blog

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