El pelo me crece muchísimo. Cada semana, el flequillo me crece tanto que me tapa los ojos y acabo pareciendo una mezcla entre un perro de aguas y Luis Piedrahita.
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Como no tengo ganas de ir a la peluquería todas las semanas, al final acabo retocando el flequillo yo en casa. Normalmente corto un poco las puntitas, lo suficiente para que no me tape los ojos, y ya. Pero ayer quise ir de valiente, además llevaba muchos días sin cortarlo. ¡Ay! Con el pelo mojado, después de la ducha, cogí una peineta para guiarme y empecé a cortar. Por los lados estaba muy largo. ¡Toma tijera! Ostras, pensé, creo que me pasé un poco. Observé atentamente mi obra:
- El flequillo ya no me tapa los ojos. Bien.
- El flequillo todavía me tapa las cejas. Bien.
- El flequillo está algo irregular en mojado. Esto ya no me gusta tanto.
- Por los lados antes lo tenía algo más larguito. Ahora está todo igual, a machete. Al principio me asusté un poco porque me recordaba a un monje o a un paje medieval. Me planteé seriamente la opción de recoger el flequillo hacia atrás con horquillas hasta que creciera de nuevo.
Por la mañana, con las GHD en la mano y respirando profundamente, me dispuse a pasar la última prueba: el alisado. ¡Uffffffffff! Pues al final no quedó tan mal.
Moraleja: Niñas, hay que ir a la pelu. Los experimentos, en el laboratorio.
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