Hace un rato llegué a casa después de un fin de semana fugaz. Fui a Madrid a la segunda parte del curso que hice el mes pasado en Tarragona. Me reencontré con mis amigos, asistimos al curso, conocimos un poquito Madrid, y los tres días se nos pasaron en un suspiro. De nuevo fueron tres dias muy intensos, aprendimos mucho, trabajamos mucho, paseamos un poco, y ya nos estamos echando otra vez de menos. Hace unas horas estaba en Madrid, y ahora escribo esto desde mi portátil tirada en mi sofá.
Día 0:
Me levanto a las 5 de la mañana para coger el avión a las 8. Hacía 15 años que no viajaba en avión, así que fui con un poco de miedo al miedo. Durante el despegue y el aterrizaje clavé las uñas en el libro, se me taponaron los oídos y resoplé. El resto del viaje fue bastante bien.
Llego a la T1 y me pongo a perseguir a los pasajeros de mi vuelo para poder encontrar la salida. Tardo 20 minutos.
Cojo un taxi y llego al hotel a las 9 y pico de la mañana. Les pido que me guarden la maleta, ya que no puedo hacer check-in hasta las 3 de la tarde. Me voy a pasear. Me espera un largo día paseando sola por Madrid adelante. Mis amigos no llegan hasta mañana.
Echo a andar por una calle muy recta y muy larga para saber volver después (tengo el mismo sentido de la orientación que un gato de escayola). Llego a una avenida, y el resto de la mañana deambulo por esa zona. Me encanta el frío de Madrid. Voy abrigada, y sólo tengo frío en la cara y en las manos. Desayuno dos veces más. Estreno el GPS del móvil. Me compro un libro de puzzles japoneses y me voy un rato a un parquecito soleado hasta la hora de comer.
Después de comer voy al hotel, ya me dejan entrar. Me encuentro con una famosilla y me saco una foto con ella. Me instalo, me tiro en la cama y leo toda la tarde. Me doy un brutal baño de espuma. De noche bajo al bar de al lado, me cojo un bocata, lo subo a la habitación y ceno en cama.
Encima de la almohada nos dejaron unas tiras nasales de muestra. Genial, estoy acatarrada. Las estreno.
Día 1:
Las tiras nasales son difíciles de quitar. Muy difíciles de quitar. Al quitarla, me quedó la nariz un poco ancha durante un ratito, pero luego todo volvió a su ser.
Bajo a desayunar (buffet libre, te adoro). Zumo, café, pà amb tomàquet, y crema de vainilla con chococrispis. Y medicinas anticatarros. Me encuentro con una chica de mi grupo. ¡Empieza el reencuentro! Los otros tres no aparecen. Recogemos nuestro material y entramos.
Vemos algunas caras conocidas del curso anterior. Al rato, miramos para atrás y aparecen los otros tres, que llegaron tarde, sentados al fondo.
El café del desayuno me sienta de cine y me quita el sueño, cosa que es de agradecer. Normalmente no tomo café porque me da taquicardias. El curso me sienta bien.
En el descanso café se produce el reencuentro verdadero. ¡Los cinco reunidos de nuevo!
Comemos en un sitio cercano y volvemos al curso. Por la tarde toca práctica. No paramos de aprender.
De noche bajamos a cenar al mismo sitio del mediodía, y cogemos un par de metros para ir al cine a ver la segunda de Los Juegos del Hambre. Pobre Katniss. Esa chica sí que encadena un trauma tras otro, además de tener una figura de apego insegura. Podríamos aplicar todas las técnicas aprendidas en el curso con ella.
Al llegar del cine cotilleo un rato el Facebook desde el móvil, y sin querer le mando una solicitud de amistad a una ex amiga. La cancelo, y me quedo con la duda. ¿Le llegará? ¿No le llegará?
Día 2:
Cambio el pà amb tomàquet por tortitas con sirope de arce y de chocolate. El famoso sirope de arce de las pelis americanas me decepciona, me lo imaginaba más rico.
El curso sigue genial, seguimos aprendiendo mucho.
Vamos a comer a otro sitio diferente, y volvemos pronto para la práctica de la tarde.
Al acabar, bajamos al centro a cenar y a dar una vuelta, o unas cuantas. Estreno mi gorro de lana. Probamos los famosos bocatas de calamares del Rúa y el chocolate con churros de San Ginés. Dimos un paseo muy agradable. Una chica del grupo nació en Madrid, por lo que hizo de anfitriona y de guía. Me quedé con ganas de probar todos los pastelitos y dulces de la pastelería del mercado.
Llego al hotel absolutamente rendida, pero tengo que dejar la maleta medio preparada. Suspiro.
Día 3:
Después de ducharme termino de hacer la maleta. En el descanso café hago el check-out y dejo la maleta en recepción. Empieza a invadirme la morriña.
Al mediodía nuestra amiga se va, tiene que coger un avión y tiene un niño pequeño que mañana tiene cole. Quedamos cuatro, un poco más tristones.
La práctica de la tarde resulta muy productiva, seguimos aprendiendo hasta el final. Nos dan el diploma, y comienzan las despedidas.
Recojo mi maleta. Nos vamos para la puerta. Les doy un abrazo, y me meto en el taxi. Ellos se quedan una noche más porque tienen otro vuelo. Me pregunto cuándo nos vamos a ver los cinco otra vez. A dos de ellos los voy a ver a menudo, pero los otros dos viven lejos. Es curioso cómo se construye una amistad, cómo puede conectar la gente. A tres de ellos los conozco de estos dos cursos, y los considero mis amigos.
En el control me quito el abrigo, el gorro, la pañoleta, las botas y el neceser de líquidos. Al pasar por el arco, pito. Una chica me cachea. Es la primera vez que me cachean en mi vida. A lo mejor se piensan que guardo una katana en el cinturón o una escopeta en el cuellito bebé del jersey.
No lloro en el avión porque todo sucede tan rápido que no me da tiempo a procesarlo. A las 6 me fui para el aeropuerto, a las 8 y pico cogí el avión, y a las 11 y pico estaba en casa. Con una morriña horrorosa, mezclada con la satisfacción de tener el curso terminado y de todo lo aprendido, más la alegría de ver a mis amigos y la tristeza de separarme de ellos. Fueron unos días de emociones muy intensas y aprendizajes muy fuertes. Necesito dormir para procesar todo esto. Mañana será otro día. Siento que este post acabe así de melancólico, pero estoy escribiendo un poco sin pensar, para desahogarme. Las próximas publicaciones ya serán más en mi línea de floresmariposasarcoirisplastilina".
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